Me dejaste desnudo, y al
habla,
contándole mi vida a las
olas de tu recuerdo.
Y sigo esperando su
respuesta
como quien espera la
noche
en un Saturno lejano.
O quizás la espera no es
espera,
es camino que no lleva a
ninguna parte
rodeándote las memorias y
los besos
perdiéndome en los bucles
de tus sonrisas
y detestando esta
carcomida y puta pena
que me absorbe los sueños
y las delicias
de las vidas que en nada
te consumen
y en todo te quiebran
las pupilas
para que solo puedas
verte en caricias
de uñas afiladas y
despertar ingenuo,
desechos de los suspiros
que me roban
estos andares en vieja
calzada
que siento tan mía y tuya
a la vez
pero que en terremoto sigo
a paso firme
sin que pueda dejar de percibirnos
la lejanía
que otrora fue un mar
interior.
Me dejaste desnudo, y al
habla,
a cargo de las nubes de
mi fachada,
del querer y no poder,
de los andares que nos
alejan
y de la lluvia de mi
corazón.