Y te siento, vana esperanza, martilleando
haciendo de los días, fragmentos,
copos de cristal que se me clavan en las manos.
Y tu ritmo, incesante, insultante,
me lleva a querer quemar tu forja,
alzar los martillos al viento y proclamarme libre,
libre, de las esposas que me pongo al soñarte,
libre, de unos besos que siempre sabrán a veneno,
libre, de esa negra mancha que suplanta mi corazón,
libre, de mis lamentos, y de los tuyos,
y libre, totalmente libre, de ti.
Pero, sobre todo, libre de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario