Y ahora lo veo: no fui
nada.
como una hoja al viento,
mareada por el aire, que,
aciago y circunspecto,
a capricho me batía
sin saber que me debatía,
entre la dulce y amarga
locura,
de querer ser arrastrado,
del vendaval hacer tu
hogar,
y mecerse en la cuna
de tus brazos.
Y ni brazos,
ni cuna,
ni viento,
ni hoja.
Solo la tempestad,
sin aire.
Y la locura,
amarga.
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