Toco tu cara y dibujo tu
boca,
con un dedo,
como si de un lienzo se
tratara
y yo fuera eterno pintor
el más grande que
existirá jamás,
y tú,
mi obra magna.
Jugamos a mirarnos,
y a robarnos las sonrisas
y a regalarnos los suspiros,
como cuando te suspiro en
la boca
y tú en la mía,
y nos damos cuenta de que
el juego de dos
es ahora a cuatro,
que las lenguas, tímidas,
se unen,
y las salivas se tornan
fruta madura
que degustamos en
nuestras bocas
mientras le robamos los
minutos al tiempo.
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