Te veía como un si fueras un paisaje
delante de un lienzo en blanco,
y solo tenía ganas de embadurnarme en pintura
y bailarte las telas hasta tocar toda tu figura,
tocarte todos los colores, despacio, muy despacio
como si el tiempo no fuera tiempo, no fuera nada,
y abusar del rojo de tus labios, remarcándolos con un dedo
solo con un dedo, o con dos,
aunque realmente quisiera pintártelos con la boca
y seguir persiguiendo las curvas de tus caderas,
como si quisiera ganar la carrera hasta tu pecho
pero sin prisa alguna.
Y te pintaría, no dejaría de pintarte,
hasta que todos mis músculos estuvieran exhaustos,
y tus colores, todavía vivos, me pidieran más arte,
y no podría negarte ni un ápice de mi aliento,
te amaría con devoción, como el poeta a sus versos,
y no dejaría de darte forma, la más pura forma,
hasta que te convirtieras, o nos convirtiéramos,
en nuestra obra magna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario