martes, 27 de octubre de 2015

Nada el vacío



Me creí que en el vacío solo había ausencia,
pues yo lo siento diferente, lleno de nada,
que se desborda por los extremos
como si en una copa estuviera
y yo, pequeño, nadando en ella
luchando para no caer
arrastrado por esa amarga corriente
llamada vida.

Y es que, solo puedo disfrutar del sabor marchito de las cosas.
Incluso las alegrías se tornan sabor rancio en mi paladar,
y ya solo se me ponen los pelos de punta si lo hago yo mismo.
Es como si, en lugar de morir de vivir, muriera por vivir,
con todos los sinsentidos dándole forma a nuestros días
errando, aunque no lo sepamos, cabeceando el mañana,
y olvidando el ayer, hasta convertirse en desdibujada sonrisa.

Quizás es que, al fin y al cabo, no iba tan desencaminado,
quizás yo sea especial, y tenga el dolor por bandera,
una extraña sensibilidad para plasmar en mí la desesperación,
absorberla por mis poros y radiarla al mundo
quedándome un poco para mí, pues a egoísta nadie me gana
y en el resto de cosas en la vida, a todos me pierdo.

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